sábado, 1 de agosto de 2009

LA NACIÓN - La Revista
Cultura- Domingo 30 de octubre de 2005
por Carmen María Ramos

Frutos de la fe: cuando la devoción se convierte en arte
Daniel Barreto y Juan Batalla, artistas plásticos e investigadores de la cultura popular y ritual latinoamericana, crearon una colección de gran valor antropológico
Publicado en edición impresa


Primero comenzaron a registrar fotográficamente los altares al costado de las rutas. Veían una cantidad de banderas rojas flameando y no sabían de qué se trataba. Entonces esperaban a que llegase alguna persona que venía a dejar una ofrenda y preguntaban. Así se enteraron del Gauchito Gil, de San La Muerte –un santo venerado desde el Nordeste argentino y el sur del Paraguay, y cuyo culto llega hasta las puertas de Buenos Aires–, de la Difunta Correa y de tantos otros que florecen en las banquinas de los caminos del país.
"Nos interesaba entender por qué se usa determinado color, por qué es necesario acercarse a determinadas horas al altar –dicen Daniel Barreto y Juan Batalla, artistas plásticos e investigadores de la cultura popular y ritual latinoamericana–. Todo esto nos parecía conceptual y visualmente tan rico que terminó convirtiéndose en el motivo de viajes específicos a buscar altares en determinadas zonas. Altares que incluyen el arte de la señora que bordó un paño y la talla de un imaginero del lugar hasta los trabajos de los presos de las cárceles, que esculpen sus amuletos en madera o en hueso."
Esta inquietud compartida se transformó en una búsqueda sistemática a partir de conceptos convocantes, tales como identidad, rito y cultura, y en una exploración alrededor de universos expresivos y producciones simbólicas de pueblos llamados primitivos, o populares, tal como pueden ser los altares, las instalaciones realizadas por los devotos a sus santos, en lugares públicos o privados, en forma individual o colectiva.
A partir de esta indagación, Barreto y Batalla encararon una investigación sobre todas aquellas manifestaciones y devociones construidas por individuos que no se consideran artistas, que no aplican los criterios de sistema artístico alguno con respecto a la producción, que no necesitan una institución que las legitime y que sólo pretenden por este medio comunicarse con una entidad divina.
"Muchos de los altares más interesantes se encuentran en capillas construidas dentro de terrenos donde suele haber una casa. A veces es más lujosa esta capillita que el rancho en el que viven sus dueños. Estos son altares semipúblicos, es decir que, si uno pide permiso, generalmente lo dejan pasar. Son devociones heredadas de una abuela o de algún pariente, y se pasan de generación en generación", dice Batalla.
"Para los que tienen un San La Muerte, es aun más necesario que la devoción se transmita a alguien. De no ser así, dice la tradición, el San La Muerte no dejará descansar en paz al pobre finado. En el Litoral hay muchos cuentos que hablan de gente que alguna vez fue a un velorio y recuerda que el muerto, en determinado momento, se levantó del cajón emitiendo sonidos extraños. Dicen que hasta que no se da cuenta de que tiene a San la Muerte bajo la piel y se lo saca, no se queda tranquilo. Es que la manera más tradicional del culto a San La Muerte es justamente ésa: realizarse un pequeño corte para insertar una talla en el sitio de la herida, que luego cicatrizará con la figura, generalmente de plomo o de hueso, adentro."
Partiendo de la tesis de que en buena medida el arte más sorprendente que se puede encontrar son creaciones que permanecen ocultas porque pertenecen a contextos religiosos y rituales heterodoxos, Barreto y Batalla encararon la edición de la Colección Arte Brujo, donde confluyen recorridos visuales y literarios de esta original temática, así como artes y estéticas contemporáneas y ciertas tradiciones telúricas, populares o marginales de fe, magia y brujería.
"Los artistas que nos ocupan pueden ser reconocidos o desconocidos y anónimos. Incluso, están aquellos que no tienen conciencia de serlo", dice Barreto.
Salvavidas, primer título de la colección, nació tras un trabajo hecho en conjunto por ambos artistas en Uruguay y tras el encuentro con el crítico de arte y teórico norteamericano Robert Farris Thompson, con quien trabajaron en ese proyecto.
El segundo libro, San La Muerte, una voz extraña, permite a Arte Brujo presentar textos e imágenes acerca del culto que se desarrolla en el nordeste argentino, así como en Paraguay. La investigación se completa con las fotografías del artista chaqueño Iván Almirón y los escritos de Rodolfo Walsh, Horacio González y Hugo Mujica, entre otros.
El tercero, Payé –en elaboración– reflejará el arte presente en los talismanes que utilizan diversas culturas latinoamericanas.
Por Carmen María Ramos
Más datos:
www.arte-brujo.com.ar
www.loretoarenasgaleria.com.ar

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