sábado, 1 de agosto de 2009

AMBITO FINANCIERO - 14 de septiembre de 2007

Por: Laura Feinsilber

El arte en Salta, un territorio sagrado
La muestra conjunta de Juan Batalla, Dany Barreto y Mariano Cornejo se titula «Territorios sagrados». Sagrado es lo que cada uno de ellos ejecuta porque así es la actitud con la que se han volcado hacia el arte y que se expresa a través de individualidades bien marcadas. Sagrado siempre fue el territorio de Juan Batalla (Buenos Aires, 1967), desde sus efímeras acciones en la arena que remitían a deidades africanas, las relaciones entre la contemporaneidad y la religiosidad popular, el sincretismo religioso en Latinoamérica, fruto de sus investigaciones que también están plasmadas en libros de la Colección Arte Brujo, hasta sus actuales esculturas, relieves e instalaciones.

No importa descubrir que el material que utiliza recortes de neumáticos de bicicleta carezca en sí mismo de aura alguna, lo que importa es cómo Batalla ha logrado dotarlo de magia, empezando por el negro ominoso, la composición de los fragmentos que se entrecruzan en una suerte de trama compacta, o la elección de formas como el círculo, símbolo de la perfección o la eternidad. Entre las obras destacamos «El Bosque de los Ancestros», instalación de medidas variables, compuesta por aros que sostienen un determinado número de tiras, un conjunto espectral enfatizado por la adecuada iluminación.

Dany Barreto (Buenos Aires, 1966), investiga acerca de un arte que en la calificación de cierta crítica es considerado «arte bajo». Se trata de los altares populares, verdaderas instalaciones realizadas por los devotos a sus santos populares, un ejemplo de ello es el «Gauchito Gil», que se encuentra a la vera de los caminos y que entra dentro de la categoría del kitsch, de lo sentimental y hasta del mal gusto pero que ostenta el carácter de auténtico.

Barreto elabora esta situación, no sin ironía, también con ternura, apelando a la iconografía de este santo popular, exacerbando el rojo dominante a través de texturas brillosas y esmaltadas. Otras imágenes religiosas están rodeadas de velas u otros símbolos fetichistas con los que se los venera y los hace entrar en el campo de la estética.

Salta es territorio sagrado para el salteño Mariano Cornejo (1962), artista de vasta trayectoria que ha invitado a los artistas mencionados a compartir la nueva sala del MAC (Museo de Arte Contemporáneo) cuya directora, Otilia Carrique, desarrolla una intensa y selectiva difusión de artistas tanto salteños como provenientes de otras regiones de la Argentina.

Cornejo pinta «paisajes». En ellos no se encuentran árboles, montañas, caseríos pero sí la luz, la textura de la piedra, la aridez y el polvo, la visión de algunos verdes desde lo alto de la montaña, el eco de los cascos de los caballos para subir hasta la cima, el tiempo detenido, el silencio.

También exhibe sus muebles escultura absolutamente originales y destacamos la obra que da título a la muestra realizada en conjunto, 405x 100cm (2007) en la que a manera de altar los tres ofrendan sus capacidades artísticas.

En otras salas del MAC se exhiben las muestras de Silvana Merello cuya imagen es el complejo y sutil tratamiento del color, de Alfredo Muñoz y su visión del paisaje desértico en divisiones horizontales, a la manera de capas geológicas, y María Cristina Abraham que reunió a un grupo de hombres unidos por diferentes grados de marginalidad, quienes a través de la fotografía, la escritura de poemas, dibujos sobre cartón, las remeras con inscripciones o la artesanía provocan la reflexión sobre la función del arte.

Salta, además del turístico, vive un boom artístico con la inauguración de una feria de arte, la nueva galería Mamoré, la muestra de la Colección Goretti de Arte Precolombino y la instalación de «La Doncella» en el Museo Arqueológico de Alta Montaña (MAAM). Este espacio fue proyectado para albergar a los niños incas hallados en 1999 en la cima del volcán Llullaillaco a 6730 m. de altura junto a más de ciento cincuenta objetos que componen su ajuar. Hoy, este museo modelo dirigido por el Arquitecto Gabriel Miremont, muestra este cuerpo intacto de 500 años de existencia, cubierto por una túnica color tierra y sus pies calzados con una base de cuero y un tejido en la parte superior. «La Doncella» está sentada, dormida. Una presencia que estremece así como la historia ya que los « capacochas» eran seleccionados por la nobleza andina y ofrendados por sus mayores como mensajeros de los mortales a los dioses. Está ubicada en un recinto de cristal a 18° bajo cero sobre una base de criopreservación a 30° bajo cero y en la penumbra con fondo de instrumentos de viento y un relato en quechua.

Desde el sitio www.maam. org.ar se puede ingresar al Museo para hacer un recorrido digital por sus instalaciones y colecciones donde se presentan imágenes exclusivas de este hallazgo que aún despierta polémicas y controversias respecto a su traslado.
Laura Feinsilber

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